Pero su venganza se extendía a todos los que propiciaron la derrota aquella, los traidores internos. No era sólo Francia, eran, como es sabido, los comunistas y los judíos (aunque se puede ser ambas cosas simultáneamente). "A Hitler no le dejó ninguna novia judía, no le arruinó ningún negociante judío", explica el historiador. Aquella fijación tenía un punto de gratuito, pero según opina, el antisemitismo fue una fiebre suya que fue afilando crecientemente según apreciaba el éxito popular que tenía.
Hitler, el 'desesperado'
Hitler, el 'desesperado'
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