Todo lo que necesitó fue un trípode, un disparador remoto y una dosis de adrenalina. Las primeras veces se le puso la piel de gallina, por culpa del frío y del pudor. Pero la experiencia fue al final muy gratificante y tremendamente “liberadora”, como bien puede comprobarse en la actitud festiva de la fotógrafa Erica Simone, exhibiéndose desnuda por todos los rincones de Nueva York.
BLOG Crónicas de Nueva York
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