No por menos anunciada, la muerte de Amy Winehouse deja de sorprender, de conmover. Ahora todo queda enturbiado por los escabrosos detalles de su forma de experimentar el estrellato, una estampida cuesta abajo por el camino del exceso que, al contrario que en la célebre máxima de William Blake, no la condujo en absoluto hacia el palacio de la sabiduría.
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